En Bélgica se ha armado estos días un escándalo a cuenta de una fiesta escolar. Al parecer, es costumbre que los alumnos del último año de secundaria, los que terminan los estudios, celebren que solo quedan 100 días para el fin de las clases. En esta escuela lo que hicieron fue una parodia del islam. El escándalo ha surgido porque en los videos aparecen varios chicos usando cinturones de explosivos falsos. Rápidamente han levantado su voz muchos medios contra la dirección de esa escuela (católica, hay que decirlo) que permite relacionar el islam con el terrorismo.
Es cierto que la inmensa mayoría de los musulmanes deploran el terrorismo y viven su fe de modo totalmente pacífico y son ciudadanos honrados en los países en los que viven, también en Europa a donde han ido muchos millones a vivir. Los terroristas son muy pocos, pero lamentablemente manchan a todos los musulmanes. Comprendo que los medios procuren distinguir entre musulmanes terroristas y la inmensa mayoría que son pacíficos.
¿Pero por qué no hacen lo mismo con los sacerdotes? La inmensa mayoría son honrados ciudadanos y se preocupan sinceramente del bienestar de la sociedad. Los datos son tozudos: solo unos pocos son pedófilos. Sin embargo, el recurso fácil es acusar a todos de las mayores perversiones. Solo hay que ver las noticias de estos días para comprobar que uno de los motivos recurrentes de las comparsas de carnaval es la pederastia de los sacerdotes.
Salta a la vista la diferencia de trato: en el caso de los musulmanes se resalta que la mayoría de los seguidores de Mahoma son pacíficos, mientras que en el caso de los sacerdotes, se hace destacar la minoría de pedófilos.