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El ayuno y la abstinencia cuaresmal en el mundo contemporáneo

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En el tiempo litúrgico de cuaresma, como es sabido, los católicos están obligados a guardar el ayuno y la abstinencia de comer carne. Básicamente el ayuno obliga a todos los fieles católicos entre 18 y 59 años y consiste en abstenerse de comer alimento sólido el miércoles de ceniza y el viernes santo, permitiéndose una comida al mediodía y dos pequeñas colaciones, una por la mañana y otra por la noche.

Para cumplir el precepto de la abstinencia, los fieles han de evitar comer carne (u otro alimento determinado por la Conferencia Episcopal) el miércoles de ceniza y todos los viernes del año que no coincidan en solemnidad. Muchas conferencias episcopales han autorizado que los fieles sustituyan esta mortificación -excepto en cuaresma- por alguna obra de piedad o de caridad. Una descripción más detallada de estas normas se puede consultar en el artículo La obligación de guardar ayuno y abstinencia los días de penitencia.

La norma del ayuno y la abstinencia tiene un sentido de penitencia. En efecto, el Señor indicó a sus discípulos que debían ayunar cuando Él no estuviera entre nosotros: “días vendrán cuando el novio les será quitado, y entonces ayunarán” (Mt 9, 15). Estamos en el momento en que el Señor no está con nosotros, por lo tanto debemos cumplir el mandato que nos dio y ayunar.

La Iglesia, que reconoce la necesidad de hacer penitencia y que esta sea la que libremente cada uno elija, ha considerado conveniente "que todos los fieles estén unidos en una celebración común de la penitencia" (San Pablo VI, Const. Ap. Paenitemini, 17-II-1966), por lo que ha instituido unos días penitenciales y ha establecido unas obras comunes, que son los que estamos aquí viendo.

Actualmente en ciertos ambientes es fácil encontrar críticas a la norma del ayuno y de la abstinencia. Se echa en cara a los católicos que con las actuales disposiciones de la Iglesia no peca quien se abstiene de comer carne pero come pescado de calidad o mariscos. O quien espera a las doce de la noche para comer embutidos después de un viernes o para romper el ayuno del miércoles de ceniza con una abundante cena. ¿Qué se puede contestar a estas críticas?

San Alfonso María de LigorioLa norma de la abstinencia de la carne en otras épocas era una penitencia con un sentido claro de mortificación. En momentos históricos en que difícilmente llegaban a todas las ciudades alimentos variados de calidad, abstenerse de carne significaba pasar el día comiendo verduras o pescado malo. Hoy día los medios de transporte permiten comer cualquier alimento de calidad en cualquier población, y efectivamente la norma de la Iglesia lo permite. Quienes actúan de esta manera no cometen pecado. Actualmente la penitencia que impone la Iglesia con esta normativa no es la mortificación del gusto, sino la obediencia, que es una mortificación interior y muchas veces más difícil porque ataca a la soberbia. Lo que cuesta no es abstenerse de la carne, sino obedecer a la Iglesia. Y se debe tener en alta estima la actitud de quienes obedecen a la Iglesia en los actuales tiempos en que se da tanta deslealtad.

Ciertamente quienes esperan a comer carne a que pasen las doce de la noche después de un viernes, no pecan. Manifiestan obediencia a la Iglesia. No conozco ningún caso real al respecto, pero si se diera, los pastores de almas no deben gravar la conciencia de quienes comen carne pasadas las doce de la noche, pues si la Suprema Autoridad  de la Iglesia no lo exige, no lo pueden imponer quienes no tienen potestad para dar normas. Se puede alegar que quienes actuaran de esta manera –lo cual, como ya ha quedado indicado, es verdaderamente infrecuente– actúan en contra del espíritu de la ley, pero no es correcto acudir a un supuesto espíritu de la ley para exigir lo que no dice la letra de la ley.

Sin embargo, la cuestión quedaría incompleta tal como hemos planteado hasta el momento pues queda pendiente concretar la necesidad de ayunar y hacer penitencia. Un planteamiento como el que estamos haciendo puede parecer un simple formalismo o un cumplimiento externo de la ley, y no podemos olvidar que el Señor imprecó a los fariseos por ello (cf. Mt 23 16-23).

La penitencia es obligatoria para los cristianos por disposición divina (cf. San Pablo VI, Const. Ap. Paenitemini, art. I § 1), aunque las formas concretas de realizar esta práctica las ha de concretar cada uno. Como ya hemos visto la Iglesia puede considerar oportuno imponer de modo obligatorio ciertas prácticas, pero su cumplimiento no agota necesariamente el mandato que nos dio el Señor de hacer penitencia y ayunar. Será cada fiel cristiano el que en conciencia debe hacer examen sobre si cumple realmente con el mandato del Señor solo con el ayuno y la penitencia que hace.

En este sentido se debe tener en cuenta que la penitencia en los tiempos actuales no se debe reducir a lo que se refiere a los alimentos. En un mundo en que abundan los medios materiales se puede ayunar de todo lo que signifique consumismo. Juan Pablo II recomendó el ayuno de televisión por cuaresma: “¡En cuántas familias el televisor parece sustituir, más que favorecer, el diálogo entre las personas! Cierto ayuno, también en este ámbito, puede ser saludable, tanto para dedicar mayor tiempo a la reflexión y a la oración, como para cultivar las relaciones humanas” (San Juan Pablo II, Ángelus, 10 de marzo de 1996). Del mismo modo los cristianos podrían hacer ayuno de internet, y varios Obispos lo han recomendado.

Por lo tanto, todos los cristianos deben hacer penitencia y han de ayunar: también aquellos que esperan a las doce de la noche para comer carne o quienes comen mariscos y pescados de calidad en viernes de cuaresma.

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