El Santo Padre recibió el viernes 9 de marzo a los 1.300 sacerdotes y diáconos que participan en el “Curso sobre el fuero interno” que organiza anualmente la Penitenciaría Apostólica.
El Papa recordó que, cuando administran el sacramento de la reconciliación, los sacerdotes son instrumentos para el encuentro de los hombres con Dios. El pecador arrepentido siente un profundo deseo de cambio y de misericordia, de volver a experimentar, mediante el Sacramento, “el encuentro y el abrazo con Cristo”.
En su discurso, Benedicto XVI ha subrayado la importancia de una adecuada preparación teológica, espiritual y canónica para ser confesor, dado que el sacramento de la Reconciliación es esencial para la vida de fe y está estrechamente ligado al anuncio del Evangelio. “Los sacramentos y el anuncio de la Palabra –ha dicho el Papa– no deben concebirse como separados, sino todo lo contrario (…) El sacerdote representa a Cristo, el enviado del Padre, y continúa su misión mediante la ´palabra´ y el ´sacramento´ en una totalidad de cuerpo y alma, de signo y palabra”.
La confesión sacramental es así un camino privilegiado para la nueva evangelización: “La conversión real de los corazones, que significa abrirse a la acción transformadora y renovadora de Dios, es el ´motor´ de toda reforma, y se traduce en una verdadera fuerza evangelizadora. En la confesión, el pecador arrepentido es justificado, perdonado y santificado por la acción gratuita de la misericordia divina (…). Sólo quien se deja renovar profundamente por la Gracia divina puede llevar en sí mismo la novedad del Evangelio y, por tanto, anunciarla”. Todos los santos de la historia testimonian esta estrecha relación entre la santidad y el sacramento de la reconciliación. Y la nueva evangelización “extrae la linfa vital de la santidad de los hijos de la Iglesia, del camino cotidiano de conversión personal y comunitaria para conformarse cada vez más profundamente con Cristo”.
El Papa ha recordado que, cuando administran el sacramento de la reconciliación, los sacerdotes son instrumentos para el encuentro de los hombres con Dios. El pecador arrepentido siente un profundo deseo de cambio y de misericordia, de volver a experimentar, mediante el Sacramento, “el encuentro y el abrazo con Cristo”.
Para concluir, Benedicto XVI exhortó a los sacerdotes: “Que la novedad de Cristo sea siempre el centro y la razón de vuestra existencia sacerdotal, para que quien os encuentra pueda, mediante vuestro ministerio, proclamar como Andrés y Juan: ´Hemos encontrado al Mesías´ (Jn, 1, 41). De este modo, cada confesión, de la que cada cristiano saldrá renovado, representará un paso adelante en la nueva evangelización”.
Fuente: Religión en Libertad, 10 de marzo de 2012