Castel Gandolfo, jueves, 31 agosto 2006. Las dificultades de la vida cotidiana de los sacerdotes, la liturgia, la familia, y los jóvenes fueron algunos de los argumentos que afrontó Benedicto XVI este jueves al mantener un encuentro de preguntas y repuestas improvisadas con sacerdotes de la diócesis de Albano a la que pertenece Castel Gandolfo.
La conversación conjunta, que tuvo lugar en la residencia pontificia en la que el Papa transcurre estos días de verano, duró casi una hora y media. Tras la presentación, realizada por el obispo de Albano, monseñor Marcello Semeraro, los presbíteros formularon a Benedicto XVI cinco preguntas, según ha informado «Radio Vaticano».
Respondiendo a la primera pregunta que le presentó un sacerdote de 83 años, Benedicto XVI exhortó a los presbíteros a no dejarse llevar por el desaliento e hizo hincapié en que la Iglesia está viva.
El Papa evocó las grandes figuras de los santos -como la de los españoles santa Teresa de Ávila y san Ignacio de Loyola- y citó algunos ejemplos de los sufrimientos del pasado, como las invasiones musulmanas, las corrientes de la Ilustración, el marxismo, y a Hitler, que -según dijo- estaba convencido de que «habría podido destruir finalmente el catolicismo». «Tenemos dos mil años de historia de la Iglesia, con tantos sufrimientos, incluso con muchos fracasos», reconoció, pero «por otra parte vemos cómo la Iglesia ha resurgido después de tantas crisis con una nueva juventud, con nueva frescura». En particular, se refirió a las florecientes vocaciones en África, que constituyen una significativa y concreta esperanza.
En la segunda pregunta, afrontó la necesidad de la evangelización en el mundo moderno, destacando la responsabilidad en la preparación de los fieles a los sacramentos y en particular al matrimonio, así como en la atención pastoral de los divorciados vueltos a casar. En esta obra evangelizadora, subrayó además la importancia de la diaconía de la caridad dedicada a los que sufren, a los enfermos, a los marginados a los pobres.
En tercer lugar, habló de la celebración litúrgica, insistiendo en la importancia del diálogo con Dios, del encuentro personal con Cristo, de la escucha y del anuncio de la Palabra. «Me parece que los fieles se dan cuenta si realmente estamos en diálogo con Dios», dijo, «o si sólo hacemos algo exterior», como si fuera teatro.
Al tocar el tema de la Familia, Benedicto XVI evocó el V Encuentro Mundial de las Familias que tuvo la alegría de clausurar en Valencia, el pasado mes de julio. Destacando la importancia del testimonio de las familias cristianas, también de aquellas que superan las dificultades de cada día -grandes y pequeñas- el Santo Padre señaló que también los sacerdotes pueden aprender de los sufrimientos de los casados para crecer en madurez.
La última pregunta era sobre la pastoral juvenil. Benedicto XVI abundó en la necesidad de mantener encendida la llama y el entusiasmo de las Jornadas Mundiales de la Juventud, cultivando e impulsando con la guía de los obispos las importantes actividades de los voluntariados, de los movimientos, de los grupos de oración y de la contemplación de la Palabra, pues «Dios sigue hablando a los hombres de hoy».
El consejo más insistente que el Papa dejó a los sacerdotes en el encuentro fue «oración». «No es un tiempo que se quita a nuestra responsabilidad pastoral, sino que es precisamente trabajo pastoral: rezar, rezar también por los demás…, sustituyendo incluso a los demás que quizá no saben rezar, que no quieren rezar, que no encuentran el tiempo para rezar».