El futuro post-secular de Holanda
El cristianismo ha muerto. Larga vida al cristianismo
Artículo publicado en Weekly Standard, 1 de enero de 2007, volumen 12, número 16. Original en inglés.
Cuando el movimiento de la “oración en la empresa” comenzó en 1996, pocas personas en Holanda le prestaron atención. ¿Por qué lo deberían hacer? Después de todo, el destino manifiesto de Holanda era convertirse en un país completamente secularizado, en el cual la oración era considerada como mucho un pasatiempos irracional aunque inofensivo. Así era entonces. Pero hay que esperar a 2006, cuando la oración en el centro de trabajo se está convirtiendo rápidamente en un fenómeno universalmente aceptado. Participan más de 100 compañías. Ministerios del gobierno, universidades, empresas multinacionales como Philips, KLM y ABN AMRO, permiten a sus empleados organizar encuentros regulares de oración en sus locales. Los sindicatos incluso han comenzado a presionar al gobierno para que reconozca el derecho de los trabajadores a rezar en su centro de trabajo.
La idea de que la secularización es una corriente irreversible es todavía la opinión convencional en los círculos intelectuales. Estarían confundidos, por decirlo del modo más suave, por la recaída holandesa en la religiosidad. Pero como apuntan los autores del estudio recientemente publicado llamado De Toekomst van God (El futuro de Dios), la oración organizada en los lugares de trabajo es solo una entre varias muestras de evidencia que sugieren que Holanda está en el umbral de una nueva era, que podríamos llamar la era de la “post-secularización”. En su libro, Adjiedj Bakas, observador profesional de tendencias, y Minne Buwalda, periodista, defienden que Holanda está experimentando un giro fundamental en su orientación religiosa: “en toda Europa Occidental, y también en Holanda, el protestantismo liberal se encuentra en su agonía de muerte. Será reemplazado por una nueva ortodoxia”.
De acuerdo con Bakas y Buwalda, Dios está volviendo en el país de Europa más notoriamente liberal. O mejor: los holandeses están volviendo a Dios. Parece una hipótesis inverosímil. Después de todo, se suponía que Europa había entrado en el terreno del post-cristianismo -usando el término de C.S. Lewis-, un estado de eterna increencia del cual no hay vuelta atrás. Y sin embargo, como defienden Bakas y Buwalda, los holandeses están volviendo atrás. Tomemos como ejemplo la inadvertida reintroducción de crucifijos y otros objetos religiosos en las aulas de las escuelas católicas por todo el país. Años de gradual pero aparentemente imparable secularización han dado paso a una reafirmación de viejas identidades religiosas. En una reciente entrevista en un periódico, un jefe de estudios en una escuela católica de Secundaria en Rotterdam observaba: “durante años, a los alumnos les daba vergüenza ir a Misa. Ahora, son ellos los que voluntariamente leen poemas u oraciones, y el auditorio está lleno”.
También se debe citar el notable éxito comercial y de crítica de un cierto número de escritores abiertamente cristianos. Los premios literarios más prestigiosos de Holanda fueron otorgados en 2005 a libros que tratan con simpatía temas cristianos como fe y redención. El Libris Literatuur Prize fue para el autor católico Willem Jan Otten por su Specht en zoon (Specht e hijo), mientras que el Premio AKO de Literatura fue otorgado a la obra Knielen op een bed violen (arrodillándose en una cama de violetas) escrita por el calvinista Jan Siebelink. La novela de Siebelink ha vendido casi 350.000 ejemplares en su primer año, convirtiéndose en el libro en lengua neerlandesa más vendido en la pasada década, después de una nueva traducción de la Biblia publicada en 2004, que ha vendido más de medio millón de ejemplares en una población de 16 millones de personas.
El éxito en los Países Bajos del programa llamado Curso Alpha -una especie de Cristianismo para principantes- es otro caso llamativo. La fórmula Alpha, desarrollada en primer lugar en la iglesia Holy Trinity Brompton de Londres, se propone facilitar una introducción al cristianismo a través de una serie de sesiones con almuerzo y coloquio a pequeños grupos de interesados. El número de los cursos está creciendo a un ritmo de alrededor de cien por año. Alpha en la Prisión, Alpha para Estudiantes, Alpha para Jóvenes, y más recientemente el Curso Alpha para Casados. Colectivamente, parece que han encontrado un punto en común con la sociedad secularizada de Holanda. Jan Bakker, coordinador general de Alpha Holanda, admite que esá tan sorprendido como cualquiera por el éxito del programa: “todavía hay algunos que se ríen del cristianismo. Pero hay un grupo creciente de personas, muchos de ellos jóvenes, que están realmente interesados, para los que esto es completamente nuevo”.
Hay evidencia estadística de la hipótesis de la vuelta a la “nueva ortodoxia”. En primer lugar, está el hecho innegable del declive y caída del viejo orden religioso liberal. La peor parte se la lleva la corriente de iglesias protestantes, cuya feligresía ha caído del 23 por ciento de la población a finales de la década de 1950 al 6 por ciento hoy. De acuerdo con las estimaciones gubernamentales, para 2020 esta cifra habrá descendido a solo el 2 por ciento. El declive del protestantismo liberal se ha combinado con el del catolicismo liberal. El antaño poderoso grupo católico Ocho de Mayo -un grupo de teología de la liberación nacido en un encuentro multitudinario el 8 de mayo de 1985 para protestar contra la visita de Juan Pablo II a los Países Bajos- estaba en disolución en noviembre de 2003 por falta de interés entre su rápidamente decrecido número de seguidores. De un modo más amplio, las reuniones católicas llenas de gente tan mayor significan que el catolicismo romano probablemente se enfrentará a otra década de caída en sus seguidores. Del 42 por ciento de la población en 1958 y el 17 por ciento actual, su feligresía caerá nada menos que hasta el 10 por ciento antes de estabilizarse alrededor de 2020.
A pesar del declive de las viejas religiones tradicionales, sin embargo, la larga ola de secularización parece que ha llegado a su culmen e incluso que podría haber comenzado a retroceder. La Oficina Holandesa Central de Estadísticas (CBS) halla que el número de los que se definen como cristianos dejó de descender a comienzos de los 90. Entre los menores de 20 años el número ha comenzado a aumentar en los últimos años. Si se deben creer las cifras de la CBS, en 2005 una pequeña mayoría de la población holandesa (el 52 por ciento) todavía se llamaba a sí misma cristiana. Otro importante instituto gubernamental de investigación, la Agencia de Planificación Social y Cultural (SCP), sin embargo, contradice estas cifras. La SCP usa una definición más estricta de religiosidad contando exclusivamente a aquellos que no solo se describen a sí mismos como cristianos, sino que también pertenecen a una particular iglesia, para ser considerado como cristiano “real”. Los otros, los llamados “cristianos alternativos”, no están unidos a una iglesia particular y se excluyen del cómputo principal oficial. Incluso para los parámetros estricos de la SCP los cistianos todavía forman una pluralidad del 40 por ciento en la población. De modo más claro que en la estadística de la CBS, las cifras del 40 por ciento de la SCP no han cambiado desde principjos de los 90.
De ambos conjuntos de cifras, parece claro que el tope de secularización en Holanda se estabilizó la pasada década. Lo que es menos claro es qué está ocurriendo ahora y qué ocurrirá próximamente. Si el 40-50 por ciento de la población es cristiana, aunque solo la mitad de ellos en iglesias tradicionales (las protestantes o la católica), ¿qué está ocurriendo con la religión en Holanda?
La razón por la que la población cristiana en Holanda ha dejado de hundirse y parece que evitará más declive es un fenómeno que hasta ahora ha sido ampliamente obviado por los comentadores de política y sociedad holandeses: la inmigración cristiana. Los analistas generalmente se centran en el millón de inmigrantes musulmanes y su descendencia que han hecho de Holanda su hogar desde principios de los 1950. Pero en la pasada década, la inmigración musulmana ha sido superada por una corriente mayor de inmigrantes nominalmente cristianos de África, Asia, América y Europa. Una estimación de la SCP cifra el número de inmigrantes cristianos en Holanda en alrededor de 700.000, y crece deprisa. Los informes recientes de inmigración sugieren que por cada nuevo musulmán que se traslada a Holanda, hay al menos dos nuevos inmigrantes cristianos.
Se reúnen en iglesias como la que dirige el Reverendo Stanley Hofwijks. Poco después de llegar de Surinam a mediados de los 70, Hofwijks se convirtió en el pastor de una pequeña comunidad Cristiana Carismática de Amsterdam de solo 40 miembros. La congregación se reunía en una sala de la Iglesia Reformada Holandesa local que en aquel momento todavía contaba con alrededor de un millar de miembros. Hace tiempo que estos se han ido de allí. El edificio de la iglesia ahora pertenece a la iglesia evangélica de Hofwijks, Ministros de Maranatha, que cuenta con unos 1.800 miembros. Hofwijks adelanta que su congregación previsiblemente sobrepasará la capacidad del edificio. Actualmente está pensando en comprar y transformar un antiguo almacén que podría dar cabida a unos 2.000 feligreses.
Hofwijks no está sorprendido por el crecimiento explosivo de su congregación: “si se examina atentamente, se ve que solo las iglesias tradicionales están afectadas por la secularización. Casi todas las iglesias no tradicionales están creciendo, y creciendo fuertemente. La razón es simple: aunque el mensaje permanece siempre el mismo, los métodos cambian para adaptarse a los tiempos. Si la gente lo desea, tenemos banderas, música a alto volumen, gente saltando en los bancos, incluso hip-hop. Pero Jesús permanece el mismo que era hace 2.000 años. La Palabra nunca cambia”. Su reto principal no es la secularización, sino la creciente competencia de otras iglesias de inmigrantes. Amsterdam cuenta actualmente unas 170 comunidades eclesiales de inmigrantes, y se fundan nuevas cada mes. A Hofwijks no parece preocuparle: “La competencia es buena, te mantiene humilde. También te mantiene centrado en lo que realmente importa: seguir a Dios, estar cerca de Él”.
Mientras Hofwijks se apoya en el respaldo de su silla, el edificio comienza a sacudir con el sonido de los altavoces que gritan una plegaria de 100 decibelios al Altísimo: “Ven, ahora el el momento de adorar”. Es el comienzo del servicio para la juventud en el salón principal de la iglesia. Alrededor de 150 jóvenes se han reunido para emplear la tarde del viernes en plegaria y oración. Forman parte de otro fenómeno cristiano reciente: las llamadas iglesias jóvenes, congregaciones de menores de 30 años que se reúnen en edificios de escuelas o polideportivos para adorar a Dios, a veces con formas menos ortodoxas (“montar en monopatín por Cristo”).
El decano del movimiento de iglesias jóvenes holandesas es Henk Jan Kamsteeg. Es un miembro del equipo de pastoral (“vaya, eso suena a anticuado. ¿Por qué no me llamas un iniciador, o un líder de grupo?”) de la iglesia juvenil Pálpito, fundada hace tres años en la ciudad de Amersfoort, conocida por su mercado medieval, a unas 40 millas al este de Amsterdam. La iglesia, que tiene una feligresía de unas 1.200 personas, se reúne una vez al mes en un centro cultural cristiano en uno de los barrios modernos de la ciudad. Kamsteeg es testigo de primera mano de un fenómeno que, de acuerdo con la vieja teoría de la secularización, es algo prácticamente inaudito: enormes grupos de jóvenes que deciden por su propia voluntad ir a los servicios de la iglesia, y vuelven a más servicios. Cuando anunció su primer servicio hace tres años, alquiló un salón que albergaba un máximo de 500 personas sentadas. Acudieron 850 por la noche, aunque no había hecho nada especial para anunciar el evento. “Hace tiempo que he dejado de asombrarme de la cantidad de gente interesada en iglesias para jóvenes”, dice Kamsteeg. “Se presentan 1.200 personas en dos servicios cada la noche, eso está casi asegurado. Pero cuando lo pienso despacio todavía me doy cuenta de lo extraordinario que es.”
Desde la fundación de las primeras iglesias juveniles holanedsas en 2001, su número se ha incrementado significativamente: de 45 iglesias que atienden a unos 10.000 jóvenes en 2003, a 88 que atienden a más de 20.000 en 2005. En cierto aspecto, estas iglesias juveniles son la punta del iceberg en el camino de la secularización de la sociedad. El número de los que van a la iglesia todavía sigue decayendo entre los jóvenes más que entre los demás grupos de edad, pero entre los menores de 20 años está subiendo de nuevo, y por un margen significativo. Una encuesta de la CBS observó que entre 2003 y 2004 la asistencia a la iglesia entre los menores de 20 años subió de un modo aparentemente inexplicable, del 9 por ciento al 14 por ciento. Como se esperaba, la encuesta provocó una respuesta escéptica de los comentaristas en asuntos sociales. No ocurrió lo mismo con la SCP, sin embargo: en un informe reciente confirmó básicamente los hallazgos de la CBS, observando que “es destacable que desde 1997, la curva de secularización entre la población de 16 a 30 años se ha equilibrado. En los últimos años parece incluso que está declinando.”
Además de ser un aviso de un cambio potencial de la sociedad secularizada a la post-secularizada, las iglesias jóvenes también son un indicador de otra evolución significativa, la mudanza de la iglesia de ladrillos y cemento a una menos reconocible y más informal. Las iglesias jóvenes parece que se encuentran en cualquier lugar salvo en los tradicionales edificios de iglesias: centros culturales, polideportivos, aulas académicas, aparcamientos, incluso en bares de copas. La idea es que lo que menos parezca una iglesia tradicional podría demostrarse mejor recibido por potenciales nuevos creyentes. Quizá este nuevo movimiento es también un intento de poner distancia con la corriente principal de iglesias que, a los ojos de muchos jóvenes cristianos, representan el fracaso de las “viejas propuestas”. Según Kamsteeg, si el cristianismo en Holanda tiene futuro, debe desarrollar un nuevo modo de hacer las cosas, posiblemente también en nuevas sedes: “los jóvenes están ciertamente interesados en Cristo. No están interesados en sermones de dos horas, en música pesada o en edificios anticuados”. La última consecuencia de esta propuesta es incluso otro fenómeno nuevo: las iglesias domésticas.
En el salón de su casa en la vieja ciudad universitaria de Leiden, Kees Westhuis, de 41 años, explica la esencia de la idea de la iglesia doméstica: “Nosotros no queremos ir a la iglesia, queremos ser iglesia”. Westhuis creció en la tradición de la Iglesia Reformada Holandesa, pero se encontró a sí mismo cada vez más frustrado con las preocupaciones mundanas de su iglesia local: “durante una reunión de los Ancianos de la iglesia, el debate se dirigió al coste de la restauración de los edificios de la iglesia. Me encontré a mí mismo preguntándome si en vez de gastar ese dinero en ladrillos y cemento, no podríamos gastarlo mejor en evangelizar a la comunidad”.
Las respuestas a las preocupaciones de Westhuis vinieron en forma de un libro que había inspirado la fundación de muchas iglesias domésticas en los Países Bajos: el libro Casas que cambian el mundo (título original Häuser, die Welt verändern publicado en 1991) del autor alemán Wolfgang Simson. El aspecto más atrayente de las iglesias domésticas, según Westhuis, es su simplicidad. En su esencia, la iglesia doméstica se basa en la práctica de las comunidades de primeros cristianos del siglo I: pequeños grupos de gente que se reúnen en las casas de alguno de ellos para compartir una comida y adorar a Dios. Westhuis: “La idea es que no solo compartes una comida una vez a la semana, sino que de hecho compartes tu vida. Es una salida radical de la vida moderna, la cual deja a mucha gente sintiéndose cada vez más sola”.
El movimiento holandés de las iglesias domésticas, de acuerdo con estudios recientes, ha certificado un importante crecimiento en la pasada década: de un puñado en los 70 a menos de 20 en 1990, a alrededor de 100 en 2000, y desde entonces continúa creciendo. Henk Vink dirige un sitio web que ofrece apoyo y recursos a las iglesias domésticas. Estima que más de 200 ciudades de Holanda actualmente tienen al menos una iglesia doméstica en ellas. La primera vez que se dio cuenta de que algo grande estaba sucediendo fue cuando organizó una serie de congresos regionales para gente interesada en iglesias domésticas. Esperaba pequeños grupos de quizá 10 personas por reunión. En vez de ello, se encontró con más de 50 personas en cada una de las 12 reuniones regionales. “Hay evidencia de una creciente hambre espiritual en la sociedad. La gente está realmente buscando la verdad”.
Puede que tenga razón. La cuestión, sin embargo, es si el cristianismo es el mejor situado para aprovechar esta evolución. Para bien o para mal, el cristianismo holandés es claramente un fenómeno subterráneo. Si un holandés medio tiene alguna imagen del cristianismo, es la de iglesias abandonadas y bancos vacíos. Los cristianos holandeses se han apartado cada vez más de la esfera pública, ya sea voluntariamente -como es el caso de las iglesias domésticas y el movimiento de las iglesias de jóvenes- o porque les falta la confianza para hablar públicamente sobre su fe a una audiencia de no creyentes. Si entran en la esfera pública, como es el caso de los Cursos Alpha, lo hacen bajo una imagen neutra y descristianizada: no imponiendo sus puntos de vista, simplemente invitando a la gente a venir, comer juntos y preguntar las cuestiones que quieran. Esto puede tener éxito, pero así no son una ciudad en lo alto del monte, sino que parecen más una ciudad en tiempos de guerra, con las luces escondidas tras gruesas cortinas oscuras. Una persona que la busque podría tropezar con ella sin siquiera saber que estaba allí.
Lo que esa persona encontrará, y muy visible, es el Islam. Mientras que el cristianismo holandés está haciendo la mudanza de las iglesias a salas de estar, polideportivos y fábricas, el Islam holandés se está trasladando en la dirección opuesta. En el barrio Kostverlorenvaart en el suburbio De Baarsjes de Amsterdam, se están echando los cimientos para una nueva mezquita con una cúpula de 33 metros de alta y unos minaretes de 42 metros. “No queremos rezar más en locales comerciales y escuelas. Queremos una mezquita propia”. Así explica Fatih Dag la idea que hay detrás de su proyecto. Dag es el presidente del consejo de la mezquita local Aya Sofia. Dice que entiende las objeciones de los vecinos a las dimensiones del proyecto: “por supuesto, si esuvieramos en Turquía y hubiera gente que quisiera construir una iglesia nueva y grande junto a mi casa, yo también pondría objeciones. Pero el hecho es que estamos aquí, y aquí queremos estar. Y queremos un lugar para nuestros cultos”. De hecho, en todas las grandes ciudades holandesas, están en marcha proyectos de edificación de mezquitas sobredimensionadas.
Hay señales del notable crecimiento del Islam holandés edesde hace más de 30 años, de menos del 1 por ciento de la población en 1970 al 6 por ciento de hoy. De acuerdo con las predicciones de la SCP, este crecimiento continuará hasta alcanzar el 7,5 por ciento alrededor de 2020: un aumento significativo, desde luego, pero en absoluto cerca de las suposiciones apocalípticas predichas por aquellos que temen que Holanda se convertirá en un país de mayoría islámica a finales del siglo XXI. Una razón para que esto no ocurra es que el Islam, al menos en su variante holandesa, no es una fe proselitista. Cuando le pregunté por la importancia del proselitismo, Dag indicó que, en su lista de prioridades, los intentos de convertir población holandesa indígena se sitúa “solo hacia el final”. Incluso las más optimistas estimaciones de las organizaciones musulmanas holandesas dan un número de conversos no mayor de unos pocos centenares al año. Con la inmigración de los países musulmanes derivando a un parón y las tasas de nacimientos en la comunidad musulmana aproximándose con rapidez a las tasas holandesas en cada nueva generación, parece improbable decir que la venida de un califato en Holanda ocurrirá en este siglo, ni siquiera en el próximo.
Dado que no parecen estar interesados en difundir la buena nueva de Mahoma, la más importante prioridad de las comunidades musulmanas en Holanda será la lucha contra el doble reto de la apatía y la apostasía. La apatía no es aún un reto en una comunidad que define el Islam en un contexto cultural más que en términos religiosos. Pero una vez que la tercera o cuarta generación de descendientes musulmanes comiencen a reemplazar a la primera generación, estos lazos culturales comenzarán a perder parte de su fuerza vinculante. Al mismo tiempo, es poco claro que el Islam holandés podrá mantenerse apartado por tiempo indefinido del liberalismo religioso. Con el apoyo del gobierno -y las consecuentes demandas de neutralidad de géneros- y con imanes formados en cursos universitarios a punto de hacerse realidad, no está lejos el día en que los primeros imanes feministas o gays comiencen a predicar en mezquitas holandesas. No hay razón para asumir que el Islam estará mejor preparado para tratar con la arremetida liberal de lo que estuvo el mayoritario cristianismo en las décadas de 1950 y 60.
Mientras tanto, el Islam se encuentra en una difícil posición luchando con otra amenaza, la de la apostasía. Los enfoques tradicionales -asesinatos de honor y fatwas- han causado espanto entre el público en general y en la clase política en Holanda. Esto no significa que estas tácticas de intimidación no sean efectivas a corto plazo: en un artículo reciente en una revista política sobre los conversos musulmanes al cristianismo, muchos querían hablar solo en condiciones de anonimato. Pero a largo plazo, no podrán funcionar si no cuentan con el respaldo legal detrás (como ocurre en muchos países musulmanes). Inevitablemente, los cristianos evangélicos intentarán desarrollar modos de comunicación con las comunidades musulmanas con el propósito de convertir a sus miembros. En Cursos Alpha de Holanda, hay ya peticiones de material de cursos Alpha dirigidos a una audiencia musulmana. Jan Bakker, coordinador de Alpha Holanda, aseguró con rapidez que no hay un plan formal de desarrollar este material. Pero -añadió- “nunca hemos tenido un plan preconcebido para nada. Nosotros simplemente esperamos a ver por dónde quiere Dios que nos movamos. Si esta es una dirección que Él quiere que tomemos, entonces la tomaremos”.
Parece improbable, por lo tanto, que a largo plazo el Islam holandés sea un competidor del cristianismo. Éste tiene poco que temer de un rival que rechaza hacer prosélitos y tiene que atravesar aún el fuego purificador de la lucha contra el liberalismo religioso. Los cristianos pueden incluso aprovechar su encuentro con el Islam. Los musulmanes puede que no busquen convertir gente, pero a diferencia de los cristianos, ellos hablan con confianza en público de su fe. Y a través de sus proyectos de edificación, ellos también muestran que Dios todavía puede tener una presencia claramente visible en la sociedad. Si los cristianos holandeses quieren aprender de nuevo qué significa no esconder su luz bajo el celemín, sería aconsejable que miraran a sus vecinos musulmanes.
Joshua Livestro es columnista del De Telegraaf, el diario más vendido de Holanda, y de la edición holandesa de Reader's Digest.
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