Normalmente, por píldora post-coital o píldora del día siguiente, se entiende un preparado hormonal con efectos variados que consiguen evitar el embarazo, ya sea por su efecto anticonceptivo o abortivo. En España, en concreto, con el nombre de anticoncepción post-coital o píldora del día siguiente, se pueden entender dos preparados diferentes.
Por un lado, aquellos compuestos cuyo principio activo es la mifepristona, conocido como RU-486, cuya acción es provocar la interrupción forzada del ciclo menstrual poco después de la ingestión del fármaco. En España se comercializa con el nombre de Mifegyne. El efecto neto es claramente abortivo, tanto cuando se administra precoz como tardíamente respecto a la relación sexual. Por otro lado, se puede entender como píldora del día después, aquellos preparados que contienen levonorgestrel. El Ministerio de Sanidad aprobó la comercialización de 750 mcg de levonorgestrel bajo los nombres comerciales de Norlevo y Postinor. El mecanismo de acción de este preparado es muy variado, dependiendo de si ha habido, o no, ovulación, lo que puede alterar, al menos en parte, su calificación moral. La propia Agencia Española del Medicamento reconoció que no estaba muy claro el mecanismo de acción de estos preparados. Si la relación sexual ha tenido lugar en la fase preovulatoria, evitan la ovulación. Pero si ha existido fecundación las alteraciones en la pared endometrial impiden la anidación produciendo un verdadero aborto. El juicio moral sobre esta cuestión puede verse en la nota de la Pontificia Academia para la vida a propósito de su comercialización en Italia (la Instrucción Dignitas personae de la Congregación para la Doctrina de la Fe confirma esta doctrina en su número 23). De su lectura se desprende también la gravedad moral por su alta posibilidad abortiva y, sobre todo, por la intencionalidad abortiva de quien recurre a ella.
El juicio moral sobre la píldora del día siguiente no termina aquí. Deberían considerarse los riesgos innecesarios a los que se somete a la salud de la madre, dados los graves efectos secundarios que conlleva. Por ejemplo, el consumo de levonorgestrel aumenta el riesgo de desarrollar cáncer de pecho, hígado y cuello del útero, aumento de cierta probabilidad de tromboembolismo venoso, de infarto de miocardio, accidente vascular cerebral e hipertensión.
Además, el uso de esta píldora, en muchos casos, supone una banalización de la sexualidad. Separar la generación de vida del ejercicio de la sexualidad, como si fueran dos cosas diferentes, rebaja al sexo al barro de lo inhumano. Si algo hace grande el ejercicio de la sexualidad, además de ser una forma de expresión privilegiada del amor entre un hombre y una mujer, es su apertura a la vida. Esta característica es lo que evita que la sexualidad sea un foco de egoísmo. Separar sexualidad del amor y de la generación de vida ha provocado la banalización del sexo hasta los extremos en los que nos movemos.