Vida Sacerdotal - Seminarios y formación de los seminaristas

La inculturación en la formación de los futuros presbíteros

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Es importante que seminaristas y formadores entren en la dinámica de inculturación en todas las dimensiones de la formación. La inculturación debe convertirse en un estilo de vida. Debe ser el paradigma de la evangelización. Por lo tanto, aunque se lleven adelante diversos tipos de actividades encaminadas a la inculturación, se trata de asumir un nuevo paradigma de evangelización. Es estar en todo momento pensando en clave de inculturación.

Parece importante trabajar en el convencimiento de la necesidad de la inculturacíón en el proceso formativo. Se puede contar con los mejores materiales bibliográficos y con el acompañamiento del perito más cualificado a nivel técnico, pero si no logramos la convicción a través de una persuasión efectiva, los frutos serán exiguos.

Sujeto de la inculturación

Iglesia de Yaguarón (Paraguay)
Iglesia de Yaguarón
(Paraguay)

El sujeto de la inculturación es toda la comunidad formativa y, de forma privilegiada, los aspirantes al presbiterado ya que son ellos los protagonistas de su proceso formativo. Sin embargo, lejos de la tendencia al “alejamiento del mundo” como paradigma pedagógico sacerdotal, ahora se trata de ser coherentes con la “espiritualidad del pastor”, fundamentalmente compuesta por una actividad de servicio en el acompañamiento cercano a la comunidad.

Es muy recomendable que el equipo formativo sea nativo del lugar a fin de propiciar el proceso de inculturación de manera más efectiva, sin embargo más adelante hacemos algunas advertencias sobre este aspecto organizativo. Aunque parezca paradójico, en algunos países sacerdotes venidos de otras culturas han sabido “estar más abiertos” para un proceso de inculturación que los presbíteros nativos, ya que en ocasiones los patrones recibidos en la formación de estos presbíteros ha sido más impermeable al cambio que la de algunos misioneros, como venimos explicando.

Uno de los objetivos de la inculturación y, de manera particular en el contexto latinoamericano, consiste en la liberación integral de todos los hombres y mujeres. Es la búsqueda de una vida digna para los pobres que les permita crecer integralmente como personas en lo físico, emocional y espiritual.

Dimensión humana de la inculturación

En la sociedad occidental hoy “invadida” por informaciones en tiempo real o de corto diferimiento, en la cual los medios de comunicación favorecen un proceso de globalización cultural, se hace especialmente necesario que los seminaristas aprendan a valorar su propia identidad cultural, ya que los medios se encargan a través del marketing de “crear” cultura por su poderosa influencia en el proceso de socialización.

En el contexto de esta investigación entendemos por identidad cultural los elementos que pertenecen al acervo histórico de los habitantes de una misma zona geográfica, grupo étnico u otras características comunes que los permitan relacionar como grupo cultural. Es fundamental que los seminaristas aprendan a valorar como positivo y enriquecedor, además de los elementos culturales frutos de la globalización -que también son cultura-, los valores culturales que conforman la identidad cultural histórica que hunde sus raíces en las culturas populares de sus pueblos de origen, y los que tienden a ser comunes a diferente nivel y marcan pauta en sus culturas: internacional, nacional, regional, municipal, parroquial. Una división similar por niveles puede hacerse también en al ámbito eclesiástico: CELAM, Conferencias Episcopales, etc.

Valoración de la mujer

En el análisis sociológico de la estructura familiar en muchos países se denota una presencia preponderante de la figura femenina, y la ausencia del rol masculino o una falta de compromiso familiar del varón. Por tanto, es necesario que los seminaristas tengan contacto con el mundo femenino en múltiples formas. La sensibilidad de lo femenino puede ayudar a los seminaristas a valorar la maternidad como dimensión teológica de la gestación de la vocación propia y de los hijos espirituales que engendrarán como futuros pastores.

Además, es un hecho constatado que las mujeres son la mayoría de los agentes pastorales. Los pastores deben acercarse y valorar el mundo de lo femenino, pues así dejó la pauta el Señor en tiempos en que la mujer era considerada una criatura de segunda clase (cf. Lc 8,1-3)

Estructura del equipo formativo

La inculturación debe llegar también a la misma conformación del equipo formativo. Puede ser conveniente incluir en la plantilla formativa una “formadora”. También es necesario fomentar que la dirección de los seminarios sean llevados por nativos del lugar, obviamente, previa preparación específica en el campo de la formación sacerdotal.

Respecto a los formadores debe advertirse -en la experiencia de Latinoamérica- que se puede constatar que algunos de ellos que han realizado estudios en Europa, al regresar a sus diócesis de origen adquieren esquemas aculturados, dificultando gravemente la valoración de las semillas del Verbo en sus ambientes culturales de origen.

Autoestima y respeto de las otras culturas

La Iglesia recomienda en ocasiones la creación de seminarios regionales a fin de administrar más eficientemente los recursos humanos y materiales a disposición, por lo que el contacto intercultural se hace una realidad patente entre los aspirantes al sacerdocio. Para propiciar un mutuo enriquecimiento intercultural es necesario que cada aspirante al presbiterado antes se autovalore y aprenda a valorar a los otros, saliendo al paso de los complejos de inferioridad y superioridad frecuentes en nuestros ambientes.

Es importante el autoconocimiento de los muchachos, ya que esta dinámica les ayudará a asumir sus defectos para superarlos y sus cualidades para potenciarlas. Por ello es importante mantenerse en el “estado de inculturación” también en el ámbito emocional, ya que si, por ejemplo, el canto popular de las culturas de origen de los aspirantes al presbiterado no es valorado, los muchachos que posean esta cualidad puede que piensen, vivan y padezcan creyendo que esas cualidades, fruto de su cultura de origen, no son más que restos de su ignorancia “pueblerina” y pase a “cultivar” expresiones artísticas “más elevadas” como la música académica de cámara.

Comunidades y familias de origen

Es fundamental tener en cuenta a las comunidades y familias de origen en la formación de los seminaristas. Esta cuestión ha sido sugerida de manera explícita en documentos del magisterio, pero aún no encuentra cauces operativos que hayan recibido la fuerza para convertirse parte de un paradigma pedagógico.

Una experiencia en este sentido lo constituyen los llamados “seminarios ambientales”. Este tipo de institución formativa viene a llenar un vacío dejado por los seminarios menores que han ido mermando en número. Estos seminarios ambientales son experiencias de fines de semanas y otras más largas en tiempos litúrgicos fuertes. Los seminaristas viven en sus comunidades de origen y trabajan en sus parroquias. Los fines de semana se encuentran con otros compañeros que vienen de los diferentes puntos de la diócesis o de diócesis vecinas en convenio de colaboración. Uno o dos formadores les acompañan y les orientan.

Lo fundamental de cara a la inculturación es que los muchachos no sean “desclasados” (1) lo que lamentablemente sucede en nuestros ambientes formativos. Muchachos que en sus familias de origen no comen las tres comidas diarias, en el seminario se dan el “lujo” de dejar comida en sus platos o exigir comidas más elaboradas. Esto puede llegar hasta la paradoja del desprecio de su origen. Ejemplos como estos podríamos seguir citando, por lo cual es necesario pensar en nuevos tipos de paradigmas pedagógicos que no “saquen de su realidad cultural” a los candidatos a presbíteros. Hay que ayudarlos a descubrir y valorar las “semillas de verbo” esparcidas en su cultura popular. No existe receta, pero en esta experiencia los candidatos se mantienen la mayor parte del tiempo en sus familias y comunidades de origen, bien acompañadas, y pueden ser vivencias privilegiadas de inculturación en la raíz.

También es necesario reconocer que no pocas veces los mismos formadores son los principales agentes de “desclasamiento”.

Valoración de la etnias autóctonas

Antes del encuentro entre los dos mundos han estado presentes de alguna manera las semillas del Verbo en todas las culturas indígenas de nuestro continente. El contacto misionero con nuestras etnias puede ayudar a los candidatos al presbiterado al descubrimiento y valoración de aspectos comunitarios, de generosidad, de amor a la naturaleza (ecología) y de hospitalidad presentes en nuestras cultura autóctonas antes de la llegada de los colonizadores (2).

En la expresión artística están incubados valores culturales, por lo cual es necesario fomentar todas las expresiones artísticas autóctonas, desde los cantos populares, pasando por modismos, cuentos y refranes populares, hasta expresiones más elaboradas como la danza y el teatro autóctonos.

En la mayoría de los casos en Latinoamérica los candidatos al sacerdocio están viniendo de comunidades pobres de corte particularmente popular. Por tanto, parece aconsejable pensar en opciones como “los seminarios ambientales” o combinaciones entre el seminario Tridentino y la modalidad señalada. Sin disminuir las exigencias académicas necesarias, hay que procurar que los diseños arquitectónicos favorezcan lo comunitario en integración con lo individual.


(1) Con este término se quiere expresar la realidad de muchachos que son trasplantados de su condición pobre a las condiciones socioeconómicas de una clase media en los seminarios, produciendo en algunos un rechazo a sus comunidades de origen.

(2) Cf. AA.VV., “Formación Presbiteral Inculturada, Orientaciones” en OSLAM – Boletín 41(2002) 86.

Artículo relacionado: Dimensión espiritual e intelectual de la formación en la inculturación.

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