Vida Sacerdotal - Sacerdocio femenino o sacerdocio para los varones

La negación del sacerdocio femenino y la igualdad de derechos y de dignidad en la Iglesia

el . Publicado en Sacerdocio femenino o sacerdocio para los varones

Es conocida la afirmación de que la Iglesia Católica solo reconoce el sacerdocio a los varones. El documento más reciente sobre este asunto es la Carta Apostólica Ordinatio Sacerdotalis promulgada por Juan Pablo II el 22 de mayo de 1994. En ella el Papa declara “que la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia”. La Congregación para la Doctrina de la Fe en una Respuesta publicada el 28 de octubre de 1995 aclaró que esta doctrina “se ha de entender como perteneciente al depósito de la fe” y que “exige un asentamiento definitivo puesto que, basada en Palabra de Dios escrita y constantemente conservada y aplicada en la Tradición de la Iglesia desde el principio, ha sido propuesta infaliblemente por el Magisterio ordinario y universal”.

Pienso que es oportuno profundizar en el contenido de esta doctrina.

 

Puente de la Capilla. Lucerna (Suiza)Quienes defienden el sacerdocio femenino suelen proponer argumentos basados en la igual dignidad de los varones y las mujeres o la necesidad de que la Iglesia Católica se adapte a la mentalidad contemporánea. Suelen hablar del derecho a la ordenación sacerdotal, y concluyen que la postura de la Iglesia es discriminatoria para las mujeres. Los teólogos fieles al Magisterio de la Iglesia ofrecen por su parte la consideración de que el Señor escogió a doce varones como apóstoles. El sacerdote debe actuar in persona Christi (en la persona de Cristo) y la semejanza con Cristo es mayor si el sacerdote es un hombre que si es una mujer.

Pienso que los argumentos que ofrecen los teólogos fieles al Magisterio de la Iglesia se deben considerar correctos: de hecho aparecen en la Carta Apostólica Ordinatio Sacerdotalis de Juan Pablo II ya citada. Pero no podemos olvidarnos de que estos no son los argumentos que los fieles tenemos para dilucidar la cuestión del sacerdocio femenino. El principal argumento es la voluntad del Señor de que solo los varones sean sacerdotes.

En el actual régimen de la economía de la salvación, los católicos sabemos que la Iglesia Católica es quien ha recibido el depósito de la fe siendo el Magisterio de la Iglesia quien lo interpreta autorizadamente (cf. Concilio Vaticano II, Const. Dogm Dei Verbum, n. 10) y además es ella la que administra los medios de salvación en nombre de Jesucristo (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 830 y 868). Sabemos además que el Papa y el Colegio Episcopal (integrado por los Obispos en comunión con el sucesor de Pedro) son titulares de la potestad de declarar de modo definitivo doctrinas que pertenecen al depósito de la revelación (cf. Const. Dogm Lumen Gentium, n. 22). Vemos que la Iglesia no se declara dueña de la doctrina que proclama, sino solo administradora. No puede alterar el cuerpo doctrinal que ha recibido. Si lo cambiara traicionaría la misión que el Señor le ha dado.

Es en este contexto que debemos entender la afirmación de la Carta Apostólica de Juan Pablo II de 1994 en la que declara de modo definitivo que la Iglesia no tiene la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres. Según afirma el Papa, no es que la Iglesia desee o no conferir el sacerdocio a las mujeres, el punto clave es que no puede hacerlo porque no está autorizada por Jesucristo.

Una vez que la Iglesia declara la imposibilidad de conferir la ordenación sacerdotal a mujeres, serán los teólogos los que argumenten y den razones de conveniencia como las ya apuntadas intentando explicar el designio de Dios, y los fieles podremos considerar más acertados unos argumentos u otros. Arduo esfuerzo es el de intentar conocer los motivos de Dios. Seguramente no los conoceremos verdaderamente hasta que nos encontremos con el Señor en el cielo, y aun así lo que sepamos será limitado.

En cualquier caso permanece el dato de fe de que la Iglesia no está autorizada a conferir el sacramento del orden sacerdotal a las mujeres. Cualquier especulación teológica sobre el sacerdocio reservado a los varones ha de partir de este dato.

Desde este planteamiento la llamada al sacerdocio no tiene nada que ver con la dignidad del hombre o de la mujer. Dicho de otro modo, si miramos este asunto solo desde el punto de vista de la dignidad, no existe ninguna dificultad para que las mujeres sean sacerdotes: ellas son iguales en dignidad a los varones. O mejor aún, ninguna mujer ni ningún hombre tiene dignidad para ser sacerdote, porque ¿quién hay que pueda decir de sí mismo que es digno de celebrar la Misa o perdonar los pecados en nombre de Dios? Que una persona -varón o mujer- sea o no sacerdote no depende, pues, de su dignidad.

Tampoco se puede alegar un derecho al sacerdocio. Nadie puede alegar que tiene derecho a recibir el sacerdocio. Se puede repetir el mismo argumento apuntado antes: ¿quién puede decir que tiene derecho a perdonar los pecados en nombre de Dios o a traer el Cuerpo del Señor sobre el altar? Tampoco ningún varón puede decir que tienen el derecho a ser sacerdote. La Iglesia confiere el sacerdocio a quien considera llamado por Dios, y uno de los criterios que ha de tener en cuenta es que el escogido ha de ser varón. Este criterio no lo ha añadido la Iglesia, sino que lo ha recibido de Dios y es consciente de que no lo puede suprimir. Por lo tanto, las mujeres tienen en la Iglesia los mismos derechos que los varones, porque nadie -tampoco los varones- tienen el derecho a recibir el sacerdocio.

¿Qué hace que unas personas sean sacerdotes y otras no? Como queda dicho, la recepción del sacerdocio depende exclusivamente de la voluntad de Dios que es quien escoge a los sacerdotes. Es Él quien llama a unas personas como sacerdotes y a otras no de acuerdo con sus inescrutables designios.

Bajo el régimen del Antiguo Testamento los sacerdotes eran los hijos de Aarón (cf. Lev 6, 22). Se trataba de una elección de Dios que los hebreos no discutieron pues eran conscientes de que el sacerdocio es un don que Dios confiere a quien quiere. Naturalmente esta decisión de Dios no tiene nada que ver con la mayor o menor dignidad de los demás hijos de Abraham o incluso de los demás miembros de la tribu de Leví. Téngase en cuenta que Aarón fue escogido por Dios a pesar de que cometió el pecado de la adoración al becerro de oro, ídolo que por cierto fue él quien fabricó (cf. Ex 32, 5).

La exclusión de las mujeres del sacerdocio es, pues, un dato de fe que no tiene relación con la dignidad de las mujeres ni con un supuesta desigualdad en la Iglesia Católica.

Video destacado

Vida Sacerdotal - Información para sacerdotes  Avisos legales