El sacerdote es mediador entre Dios y los hombres. Un mediador es aquel que está entre dos partes para relacionarlas.
“La misión del sacerdocio es la de ser mediador, puente que une, y así llevar al hombre a Dios, a su redención, a su luz verdadera, a su vida verdadera”: Papa Benedicto, “Lectio divina” del Papa con los sacerdotes de Roma, 23 de febrero de 2010.
El sacerdote como mediador
En las relaciones sociales nadie puede atribuirse la función de mediar, sino aquel que tiene el encargo dado por ambas partes. En el plano de la Redención, ocurre lo mismo, y ese es el sacerdote. Por ello, como todo mediador, necesita ser elegido y aceptado por ambas partes.
En el Antiguo Testamento, esta doctrina queda clara por la elección gratuita de los sacerdotes: Dios mandó que solo fueran sacerdotes Aarón y sus hijos. Solo los descendientes varones de Aarón tenían la elección de Dios, por lo que solo ellos podían ofrecer válidamente los sacrificios. Esto se fue produciendo poco a poco, y cristalizó en la Ley de Moisés y estaba vigente en el periodo clásico del judaísmo, que llegó hasta la época del Señor. Lo relevante a estos efectos es que nadie podía ofrecer sacrificios, sino solo aquellas personas aceptadas por Dios.
En el Nuevo Testamento la elección es distinta (no es por generación), pero sigue siendo válido el principio de que solo son sacerdotes aquellos elegidos por Dios. La elección ahora no se manifiesta por el nacimiento en una determinada estirpe sino por otros modos, pero igualmente es una elección de Dios. Es lo que llamamos vocación. Dios elige libremente a los que quiere y a ellos les da la vocación. El hombre acepta libremente, y no es una elección para el provecho personal (aunque el elegido se santificará en su estado libremente aceptado), sino para el beneficio de todos los hombres.
Al ser Jesucristo quien elige a los sacerdotes, elige a quien quiere (es Él el que pone los requisitos). Esto es consecuencia de la función de mediación: para que haya mediador, debe ser elegido por las dos partes, esto es algo presente en cualquier relación humana en la que haya un mediador: si no es elegido por las dos partes, no es mediador. Actualmente, en el debate sobre los requisitos del sacerdocio (el celibato o que deba ser varón) se fijan en la parte de la elección por el hombre (su voluntad), y queda oscurecido que el sacerdote también debe ser elegido por Dios.
El sacerdote está constituido principalmente para ofrecer el sacrificio agradable a Dios. En la época del Antiguo testamento, estaban cuidadosamente detallados los modos de hacer sacrificios a Dios: qué animales se podían sacrificar, cuáles eran los ritos, los días e incluso las horas.
Pero bajo la Nueva Ley el Señor sustituyó todos los sacrificios por el suyo en la Cruz. Y desde ese momento, ese será el único Sacrificio agradable a Dios. Además dio poder a los Apóstoles (y por la imposición de las manos, a aquellos que ellos constituyeran) a renovarlo constantemente, hasta el fin de los tiempos.
Por lo tanto, la función sacerdotal más importante es la renovación del Sacrificio de la Cruz. Es lo que llamamos la Misa o Eucaristía. Esta es tan importante, que no se entiende el sacerdocio bajo la Nueva Ley sin la Eucaristía. El sacerdote en la Iglesia se constituye ante todo para renovar el sacrificio de la Cruz en la Misa. Cualquier sacerdote que celebre la Misa, puede quedarse tranquilo, porque solo con eso cumple con el oficio que la Iglesia le ha encomendado, aunque como es obvio, un sacerdote que se exija ascéticamente a sí mismo no se contentará con eso y buscará llenar el día con actividades que les acerque a las almas y evangelice y también con oración personal.
Como hemos dicho, es tan central la Eucaristía en la vida del sacerdote, que sin la Misa no están cumplidas plenamente las funciones del sacramento del Orden que recibió. Puede cumplir otras funciones sacerdotales (esto es, puede mediar entre los hombres y Dios), como la oración de intercesión por el pueblo o la administración de otros sacramentos como el bautismo o también puede predicar, pero si no está presente la Eucaristía, falta algo esencial para el sacerdocio. Por eso las comunidades eclesiales (cristianas) que pierden la Eucaristía, no tienen verdadero sacerdocio.
Funciones del sacerdote
La principal función es la de mediación, como llevamos dicho. Esta se concreta en la mediación en las materias que Dios ha confiado a la Iglesia: se suelen llamar los tria munera o triple oficio. Estos son el oficio de enseñar (munus docendi), el oficio de santificar (munus sanctificandi) y el oficio de gobernar (munus regendi).
Por lo tanto, se puede definir el sacramento del Orden como aquel sacramento de la Nueva Ley que configura con Cristo mediante una gracia especial del Espíritu Santo a fin de servir de instrumento de Cristo en favor de su Iglesia. Los ministros ordenados ejercen su servicio en el pueblo de Dios mediante la enseñanza (munus docendi), el culto divino (munus liturgicum) y por el gobierno pastoral (munus regendi).
Todo sacerdocio (el real y el ministerial) asume esta triple función, aunque con diversidad en el ejercicio. En todo caso, son funciones confiadas a la Iglesia: por eso, se ejercen siempre en unión con la Iglesia y con su cabeza. Es lo que se suele expresar cuando se habla de la comunión con el Papa. Cualquier ejercicio del sacerdocio ajeno a la comunión con la Iglesia es ilegítimo.
La diferencia en el ejercicio en ambos sacerdocios (el real y el ministerial) se refiere a las funciones que el mismo Señor confió a los sacerdotes ministeriales. La doctrina de la Iglesia ve en el relato de la institución de la Eucaristía en la Última Cena, también la institución del sacramento del Orden (“haced esto en memoria mía”, Lc 22, 19). En ese pasaje, como enseña la Iglesia, el Señor instituyó en los Apóstoles el sacerdocio ministerial y además les confió la Eucaristía.
Igualmente en el relato de la aparición del Señor resucitado el domingo de Pascual a los Apóstoles ve la entrega del poder de personar los pecados (“a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”, Jn 20, 23).
También son los sacerdotes los que pueden enseñar en nombre de la Iglesia, y solo ellos pueden gobernar a la Iglesia.
Esto se entiende como servicio al pueblo de Dios, o mejor como ministerio (del latín ministerium o servicio). El sacerdocio se entiende como servicio a sus hermanos los hombres: «Todo sumo sacerdote, escogido de entre los hombres, está puesto para representar a los hombres en el culto a Dios» (Heb 5, 1). No se recibe como medio de perfección personal, sino como servicio a la comunidad, lo cual no excluye que para acceder a él el candidato debe sentir una especial vocación.
Jerarquía de la Iglesia
Las funciones sacerdotales se ejercen en la Iglesia, aunque no todos tienen la misma función. Para el ejercicio de estas funciones, el Señor instituyó un sacramento, el Orden Sagrado. Este es un sacramento que se recibe de modo gradual: por institución divina, son tres los grados del sacramento del Orden, el diaconado, el presbiterado y el episcopado.
- Los tres grados del Orden son sacramentales, pero no son tres sacramentos. Es un único sacramento en tres grados.
- El diaconado tiene como función ayudar a los presbíteros en sus funciones sacerdotales.
- El presbiterado tiene como principal función ofrecer el Sacrificio del Altar en nombre del puueblo.
- El episcopado es la plenitud del sacramento.
Solo los dos grados superiores (el presbiterado y el episcopado) actúan en la persona de Cristo Cabeza, esto es, son sacerdotales. El diaconado sirve al pueblo de Dios en la “diaconía” de la liturgia, de la palabra y de la caridad, por lo que no es sacerdotal (cf. n. 875 del Catecismo de la Iglesia Católica, en la editio typica de 1997, que en esto es distinta de la primera edición de 1992. Cf. también Benedicto XVI, M. P. Omnium in menten). El diaconado existe en función del sacerdocio, pero no es sacerdotal.
Por lo demás, en la hiistoria de la Iglesia se han constituido otros grados del sacerdocio (históricamente eran siete: ostiariado, lectorado, exorcistado, acolitado, subdiaconado, diaconado y presbiterado; aparte estaba el episcopado), pero actualmente en la Iglesia latina se han suprimido todos los que son de derecho humano para dejar los tres que son de derecho divino, que ya hemos citado: el diaconado, el presbiterado y el episcopado.