Innumerables fieles constatan el efecto sanador de la confesión y una paz que no encuentran en otras fórmulas. Por ello, como afirma Scott Hahn, profesor de Escritura y Teología en la Universidad Franciscana de Steubenville, este sacramento se está haciendo cada vez más popular. También director del Instituto de Estudios Bíblicos Aplicados y presidente del Centro Saint Paul de Teología Bíblica, Scott Hahn era ministro presbiteriano y gran predicador de esa comunidad cristiana.
En la actualidad, es uno de los «nuevos católicos» más famosos en Estados Unidos. 1986 fue el año de su entrada en la Iglesia católica. Tiene 45 años y lleva casado 23 con Kimberly Kirk. El matrimonio tiene seis hijos.
Su último libro, «Lord, Have Mercy: The Healing Power of Confession» -«Señor, ten piedad: el poder sanador de la confesión»- (Ed. Doubleday), publicado este martes, explica el alcance de este sacramento, del que habló en esta entrevista.
-La Iglesia siempre ha recomendado la confesión frecuente, pero muchas personas lo encuentran abrumador. ¿Cómo puede su libro ayudarlas a enfrentar este desafío?
-Scott Hahn: Lo más importante que encontrarán los lectores es un enfoque bíblico del sacramento. La confesión no es una novedad. Es la manera en que el pueblo de Dios ha abordado siempre el arrepentimiento, la reconciliación y la sanación. En el Antiguo Testamento, la gente confesaba sus pecados regularmente ofreciendo un sacrificio animal. Era más difícil hacerlo, más caro y además sangriento. Había que comprar un animal, llevarlo al altar y sacrificarlo uno mismo.
Nuestra necesidad de confesión no se desvanece con la venida de Jesús. Sin embargo ahora se realiza de una forma más ordenada, sencilla y más poderosa. Jesús la satisfizo perfectamente estableciendo un ministro y un sacramento de la penitencia en la Nueva Alianza. Esta evolución la explico más detalladamente en «Lord, Have Mercy».
-Interpretar la confesión como un sacramento sanador, ¿puede ayudar a verla como una experiencia menos intimidante?
-Scott Hahn: Hay muchas formas de considerar la confesión, todas ellas válidas. Se puede ver como un tribunal con un juez divino. Se puede contemplar como un balance de deudas. Pero creo que el modo más útil de considerarla es como una sanación. La confesión hace por nuestras almas lo que los médicos hacen por nuestros cuerpos. Basta con pensar en todo lo que hacemos para mantener nuestros cuerpos en correcto funcionamiento. Acudimos a chequeos periódicamente. Nadie debe recordarnos que nos lavemos los dientes, nos duchemos o tomemos la medicación necesaria. Todo esto es bueno para nosotros, y para los que nos rodean también. Nadie querría trabajar a nuestro lado si decidiéramos dejar de lavarnos.
Si nos esforzamos tanto por cuidar nuestros cuerpos, ¿no deberíamos emplear más tiempo en nuestras almas? Después de todo, nuestros cuerpos morirán pronto, pero nuestras almas vivirán para siempre. Más aún, nuestras decisiones acerca de nuestra salud e higiene espiritual tendrán un tremendo efecto en las personas que nos rodeen. Nada ayuda más en la vida familiar y laboral que un alma limpia y el consejo de un buen confesor. Nada hiere más nuestras relaciones y nuestra salud mental que la carga del pecado y de la culpa.
¡La confesión es un tratamiento para la salud gratuito, y un seguro de vida gratuito también! Cristo es el médico divino y, a diferencia de los especialistas humanos, Él nos puede garantizar una curación siempre. De hecho, nos asegura la inmortalidad. Si un médico pudiera hacer todo esto, tendría largas colas a la puerta de su consulta. Lo que hará la confesión menos intimidante es una fe más fuerte en Jesucristo y lo que Él puede hacer por nosotros.
-¿Es la confesión exclusivamente católica?
-Scott Hahn: ¡No! Los cristianos ortodoxos la recomiendan con entusiasmo. Martin Luther amaba la confesión; y aún existe un rito para la confesión privada en el Libro Luterano de Culto. C. S. Lewis era anglicano, pero se confesaba con regularidad. Algunas Iglesias evangélicas incluso permiten la confesión de los pecados antes de la reunión de la asamblea. Creo que la confesión satisface una necesidad profunda en nuestras almas. Necesitamos descargar la conciencia. Necesitamos recomenzar.
-¿Responden estas prácticas al camino cierto y eficaz por el que Dios ha ido dirigiendo a su pueblo en la confesión?
-Scott Hahn: No tengo duda de que cuando los hombres y las mujeres responden a la invitación que reciben desde el altar y confiesan sus pecados a Dios, Él les muestra gran misericordia. Pero sólo existe un camino «cierto y eficaz» que Dios ha dado para el perdón de los pecados, y que es la confesión sacramental a los ministros de la Iglesia que Jesús estableció. Así se desprende con claridad de la Escritura y la Tradición, como explico en mi libro.
-En muchas parroquias católicas hay celebraciones comunitarias de la penitencia en Adviento y Cuaresma cada año. ¿Cree que estas celebraciones ayudan o dificultan la confesión, tanto desde el punto de vista de la recepción frecuente del sacramento como en cuanto a la calidad de la confesión y a la experiencia del sacramento?
-Scott Hahn: La Iglesia aprueba estas celebraciones, pero establece claramente que deben conducir a cada fiel a la confesión individual. Aún recibiendo la absolución general en un campo de batalla, el fiel debe acudir a un sacerdote en cuanto el peligro cese. He ido a muchas celebraciones comunitarias del sacramento de la penitencia donde los sacerdotes estaban disponibles toda la tarde para confesiones individuales. Y las filas de fieles eran largas.
-En su libro explica la forma en que la confesión ha cambiado en el tiempo. ¿Qué cambios podrían suceder en este sacramento en el futuro?
-Scott Hahn: En dos mil años, el sacramento no ha cambiando en su esencia, sólo en sus accidentes. En este sentido, se diferencia poco del resto de los sacramentos. Las costumbres en torno al bautismo y a la confirmación han cambiado a través de los siglos, pero no la doctrina de la Iglesia respecto a estos sacramentos. No puedo predecir un cambio futuro. No soy profeta. El único cambio que preveo es un incremento en la popularidad del sacramento. Esto ya se verifica en muchos lugares. La gente se deshace de las alternativas porque no dan paz. La asistencia psicológica, la medicación, las terapias y las diversiones tienen su lugar. Pueden aliviar el dolor temporalmente, pero ninguna de estas cosas pueden curar la herida. Nuestros corazones están inquietos, «y permanecerán inquietos» hasta que descansen en Dios.
Fuente: Zenit, servicio diario, 19-III-2003