El drama silencioso del suicidio infantil
Da para pensar un titular que se acaba de difundir en los medios argentinos: en la ciudad autónoma de Buenos Aires es necesario hospitalizar a un niño cada día por riesgo de suicidio. La lectura de la noticia no tranquiliza mucho: son casi 600 menores al año los que necesitan asistencia psiquiátrica con internación. Es una tasa altísima para una población ligeramente superior a los tres millones de personas. No he accedido al informe, por lo que no sé si se cuentan los que consuman el suicidio (que por lo tanto no son internados) o los que son asistidos sin internación, pero sería terrible si hay que añadir esas cifras.
Casualmente hoy recibí la pregunta de un sacerdote amigo (que no vive en Argentina) sobre el modo de aconsejar a una mamá que ha descubierto en un escrito de su hija de 10 años que tiene pensamientos suicidas. Sus padres están divorciados.
Una de las realidades originalmente evangélicas en la vida de la Iglesia es el Orden Sagrado. A Jesús lo siguieron multitudes; no obstante, Él eligió a los Apóstoles para la santificación, la enseñanza y el gobierno en la Iglesia. En la actualidad, debido a una réplica de la ideología protestante que afirma la inexistencia de un sacerdocio ministerial como distinto de otro común, es importantísimo recordar la doctrina católica sobre el Orden Sagrado.
Saltó a la prensa la noticia estos días del fallecimiento del cardenal Luis Pascual Dri, a los 98 años. Este no era muy conocido entre los periodistas, no asistió en Roma a las congregaciones generales del reciente periodo de sede vacante ni concedió entrevistas pronosticando resultados del cónclave. Pero seguro que era uno de los cardenales más influyentes del Colegio, aunque de modo distinto a los demás. Su vida consistió en dedicarse al ministerio del sacramento del perdón, a lo que se entregaba con admirable celo. Tanto que seguía confesando a pesar de su avanzada edad casi hasta el último momento.