Vida Sacerdotal - Naturaleza de la vocación del sacerdote

Eucaristía y Ministerio Sacerdotal

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En un intento por profundizar en la estrecha vinculación que existe entre el ministerio ordenado y la Eucaristía, el punto de partida debe ser la afirmación de la unidad esencial interna de los sacramentos, a través de la cual Dios transmite su gracia sacramental a los hombres, aunque por medio de diferentes canales (1). Los sacramentos no son realidades independientes, sino que en su conjunto, formando un todo orgánico, “están ordenados a la santificación de los hombres, a la edificación del Cuerpo de Cristo, finalmente, a dar culto a Dios” (2).

Procesión del Corpus Christi. Gáldar (España)Pero dentro del septenario sacramental, la Eucaristía tiene un puesto central, ya que “todos los otros sacramentos están ordenados a la Eucaristía como a su fin” (3).En este mismo sentido puede entenderse la afirmación del Pseudo-Dionisio de que la Eucaristía “es el sacramento de los sacramentos” (4). El Concilio Vaticano II también expresa esta idea cuando afirma que el centro y culmen de los sacramentos es la Eucaristía (5). Por tanto, la Eucaristía ocupa una posición excepcional en el marco del septenario sacramental. La razón de ello es que mediante este sacramento no sólo se transmite la gracia de Cristo, sino que, además, también se da sacramentalmente el mismo Cristo (6).

Esa relación existente entre la Eucaristía y los demás sacramentos se hace mayor cuando nos referimos al Orden Sacerdotal, ya que -tal y como se reconoce en el Concilio de Trento- la institución de la Eucaristía por Jesús en la Última Cena engendra la institución del sacramento del Orden, de manera que, siendo correlativos, no puede entenderse uno al margen del otro (7). “Hay, pues, una reciprocidad específica entre la Eucaristía y el Sacerdocio, que se remonta hasta el Cenáculo: se trata de dos Sacramentos nacidos juntos y que están indisolublemente unidos hasta el fin del mundo” (8). Así, el sacerdote puede celebrar y presidir la Eucaristía porque ha recibido de Cristo -a través del sacramento del Orden instituido en la Última Cena con los Doce- la capacidad para ello. Por eso, el ministro ordenado -que al igual que los Doce ha sido enviado por Cristo- recibe de la Iglesia, a quien sirve, la misión de realizar, custodiar y distribuir la Eucaristía actuando personalmente en nombre y representación de Jesucristo (9).

Pero además, si la Eucaristía es el centro y culmen de la vida en la comunidad cristiana, y ésta está organizada de acuerdo con una estructura jerárquica, entonces en la celebración eucarística tiene que estar reflejada esa organización esencial (10). De ahí que el sacramento de la Eucaristía “nadie ciertamente puede realizarlo sino el sacerdote que hubiere sido debidamente ordenado” (11), como se indica en el IV Concilio de Letrán. Pero además, en la presidencia de la celebración eucarística alcanza su máximo significado y el punto culminante la realización del envío de Jesucristo: “la actualización de la cena eucarística celebrada por Jesús, y, a través de ella, de su muerte y resurrección, constituye la forma más intensa e inmediata de representación de Jesucristo” (12). Por tanto, si el que representa sacramentalmente a Cristo Cabeza y Pastor en la comunidad cristiana es el presbítero, la Eucaristía ha de ser presidida por el mismo ministro.

Sin embargo, y después de lo que se acaba de afirmar, parece necesario señalar que el ministerio ordenado no es un ministerio meramente eucarístico y cultual, ya que la Eucaristía “no agota todo el ministerio sacerdotal” (13). Éste incluye una función evangelizadora para convocar y reunir al pueblo de Dios (14); función que, aunque conecta directamente con la cultual, no se puede reducir a ella por ser mucho más amplia.

Notas

(1) Cf. R. Schulte, “Sacramentos”, en: K. Rahner (dir.), Sacramentum Mundi. Enciclopedia Teológica, Herder, Barcelona 1976, pp. 164-180, (170-171); J. A. Abad, “Eucaristía y Sacerdocio”, en: Profesores de la Facultad de Teología de Burgos (dirs.), Diccionario del Sacerdocio, BAC, Madrid 2005, p., 281.

(2) Sacrosanctum Concilium, 59.

(3) Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, III, q. 65, a. 3, (Edición de la BAC, Vol. XIII, Madrid 1957, p. 151.)

(4) Pseudo-Dionisio Areopagita, Sobre la jerarquía eclesiástica, c. 3, I, MG 3, 424.

(5) Cf. Ad Gentes Divinitus, 9

(6) Cf. J. Auer, Sacramentos. Eucaristía, Herder, Barcelona 1982, pp. 109; 165-166.

(7) Cf. E. Denzinger,– A. Schönmetzer, Enchiridion symbolorum. Definitionum et declarationum de rebus fidei et morum, Herder, Barcelona 196834, nn. 1740; 1764.

(8) Juan Pablo II, Carta a los sacerdotes para el Jueves Santo, 2004, n. 3.

(9) Cf. Lumen Gentium, 19; 28; R. Arnau-García, Orden y Ministerios, BAC, Madrid 1995, pp. 174-178.

(10) Cf. Conferencia Episcopal Alemana, El ministerio sacerdotal, Sígueme, Salamanca 1970, p. 107.

(11) E. Denzinger, El Magisterio de la Iglesia. Manual de los símbolos, definiciones y declaraciones de la Iglesia en materia de fe y costumbres, Herder, Barcelona 1963, n. 430.

(12) Conferencia Episcopal Alemana, El ministerio…, o. c., p. 107.

(13) J. A. Abad, a. c., pp. 282-283.

(14) Cf. Presbyterorum Ordinis, 2.